domingo, 24 de octubre de 2010

Las injusticias y los tabúes que se esconden entre los salarios

Descubriendo Entre Ríos. El delicado equilibrio de pagar lo mismo por un trabajo parecido



La Constitución exige pagar igual por una tarea igual, y no se cumple: sucede que hay jueces legisladores, gobernantes y corporaciones que deciden otra cosa. Los ejemplos son muy claros

Daniel Tirso Fiorotto

De la Redacción de UNO - 24/10
tfiorotto@unoentrerios.com.ar


Cualquiera de los poderes se sentirá interpelado, si no acusado, a la hora de hablar de sueldos y distribución de presupuestos en la Argentina. Pero aquí facilitaremos el camino de entrada: la mala distribución es un complejo asunto nacional con responsables diseminados en el territorio, los sectores, la historia. (Así podremos abordar mejor esta cuestión tan delicada).
Y bien: vayamos al grano con un ejemplo, entre tantos: ¿por qué hay trabajadores municipales de algunas ciudades entrerrianas que cobran de básico exactamente el doble que lo que reciben trabajadores municipales de Paraná?
Si hubiera un municipio con autoridades irresponsables que pagaran “demasiado” a sus obreros, se comprendería que las demás comunas no cumplieran con el requisito constitucional, porque no estarían en condiciones. Pero es obvio que no es éste el caso.
Lo que puede apreciarse, sí, es que algunas pagan menos de lo que la Constitución manda con dos palabras: “retribución justa” (14 bis). Y lo que también se ve, es que la mayoría de las provincias y comunas tienen dinero, pero lo ceden (a veces bajo presión) al poder central que incumple también preceptos claros de la Constitución y las leyes, y retiene fondos de las provincias y los municipios, para distribuirlos luego a piacere.
Volviendo a la consigna constitucional, de que un trabajo similar debe ser remunerado de manera parecida, admitiremos que no se cumple en la actividad pública y tampoco en la privada. En ambos casos sería largo detallar los ejemplos bien precisos que confirman esta regla.
Dice la Constitución argentina: “el trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea..”.
Eso debiera regir en todo el país, pero ni siquiera dentro de la provincia de Entre Ríos los municipales reciben “igual remuneración por igual tarea”, aunque el costo de la vida en sus ciudades sea más o menos el mismo. A veces ocurre que dentro de una planta se observan diferencias, favoritismos…
¿Por qué no hablar de estos asuntos, cuando los salarios están incumpliendo nada menos que la Carta Magna, y cuando una discusión por las diferencias se acaba de cobrar una vida joven?


¿Y las tareas distintas?

Si en la Argentina no se paga igual por igual tarea, qué debiéramos decir de las retribuciones que reciben trabajadores que realizan distintas tareas.
¿Por qué el camionero cobra un salario razonable en muchos casos, bastante justo si está “blanqueado”, y un docente tiene que conformarse con la mitad?
No es que al camionero le sobre: al docente le falta. Entonces, la solución está clara: nivelar para arriba. Por más que griten mil argucias los que abominan de esta expresión.
El trabajo de un camionero es muy noble y arriesgado. El de un docente es muy noble y útil a la sociedad, también. Naide es más que naides, decían nuestros ancestros. El tiempo demás que está el camionero al volante, tarea sacrificada en verdad, es similar al que debe destinar un docente a preparar sus clases, estudiar, corregir, esclarecerse.
Apenas analicemos las estructuras salariales podremos prendernos de una de las puntas del ovillo enmarañado que esconde las causas de la muerte de Marianito Ferreyra, esta semana.
Señalemos las paradojas con esta pregunta: ¿está bien que Juan, un empleado ferroviario, cobre 5.000 pesos por su tarea? La respuesta será positiva, porque esa es una retribución que le permite vivir con su familia, educar a sus hijos, y hasta tomarse unas vacaciones en el caso de que en la familia ingrese otro salario. Ahora, ¿por qué aceptaríamos que, por un intríngulis de la patronal/sindical, otro ferroviario, Pedro, cobre 2.000 pesos? Esa diferencia absurda, entre otras cosas, empujó la lucha de los tercerizados. Y le costó una vida al Partido Obrero.
Nadie daba respuestas, hasta que Mariano Ferreyra le puso el pecho al poder y dejó que fluyera, con su sangre, la Constitución.
Según el costo de vida, 5.000 pesos parece justo, 2.000 pesos no.


Lo atamos con subsidios

Un camionero cobra más de 4.000 pesos, en algunos casos más de 6.000.
El gobierno, más o menos aliado con algunos sindicalistas, subsidia a empresarios de sus rubros, y esos empresarios, favorecidos, aumentan un poco los salarios.
Sería quizá un círculo virtuoso, si fuera una regla universal. Pero de la manera que se aplica parece más una forma de sometimiento. Los que reciben apoyan (una mano lava la otra), y les pisan los dedos a los trabajadores que, con razón, exigen igualdad.
El hilo conductor, el alambre que ata a ciertos sindicalistas con empresarios y funcionarios, se llama subsidio. En el caso de los ferroviarios, a veces esos subsidios son manejados por grupos sindicales inescrupulosos que lucran a la vez como empresarios, con las tareas tercerizadas, y llegan al extremo de defender sus privilegios con armas de fuego.
Ahora viene la pregunta obvia: ¿por qué el Estado nacional subsidia a los ferrocarriles privados y al mismo tiempo deja a los trabajadores de la educación y de la salud, a los maestros y enfermeros, con menos de 2.000 pesos, es decir, menos que los tercerizados?
El estado nacional (todos los argentinos) paga a los medios de transporte de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires casi 800 millones de pesos mensuales para que esos medios mantengan ciertas tarifas en Buenos Aires, y paguen los sueldos que acuerdan con sindicatos cuyos dirigentes son aliados del gobierno nacional.
Ahora, como los subsidios son arbitrarios, ¿qué empresario, qué sindicalista, enfrentaría a un gobierno que de pronto pueda cerrarles el grifo? Este sistema de subsidios (no los subsidios en sí, sino este sistema) facilita la compra de conciencia.
El análisis sería erróneo y hasta malintencionado si fuera usado para cuestionar los sueldos justos: lo acertado es pedir que el estado permita un sueldo digno a las mayorías, incluidos enfermeros y maestros.
Se aducirá que la nación no es patronal de enfermeros y maestros, pero tampoco es patronal de los otros obreros. Y habrá que preguntarse, de paso, las razones de que la nación, con tan pocos obreros y servicios a cargo, se quede con el 75 % de los recursos nacionales y gire a las provincias y los municipios el 25 %.
No es difícil explicar por qué (entre numerosas causas) un peón de subte de Buenos Aires puede cobrar casi 5.000 pesos, y un docente de Santa Elena menos de 2.000 pesos…
Ahora, en medio de este esquema complejo, hoy se sabe que la provincia tuvo ingresos por encima de lo presupuestado, y el presupuesto 2010 determina que esos fondos extras deben destinarse a la recomposición salarial. Entonces podría decirse que los gobernantes tienen allí una solución a mano para paliar la crisis, mientras se buscan cambios de fondo. Qué suerte: a los gobernantes les bastará en este caso cumplir con la ley que ellos mismos aprobaron hace pocos meses…


Las “estrategias” de Buenos Aires
D.T.F.

La nación no barre las calles ni prende las luces de la vereda ni se encarga de la basura, eso lo hace el municipio. La nación no paga maestros ni enfermeros ni policías (en su mayoría), eso lo hace la provincia.
Lo que hace la nación, sin preguntarle al pueblo, ni siquiera al Congreso, es pagar una deuda externa en gran parte fraudulenta antes de investigarla.
Lo que se va en ese pago, y en manejos arbitrarios de fondos desde Buenos Aires (no siempre injustos los pagos, sí el sistema unitario anticonstitucional); es decir, lo que se va allá, se quita acá a docentes y enfermeras en las provincias, y a empleados municipales en general.
Esta columna busca mostrar las disparidades salariales que incumplen con el espíritu constitucional, de federalismo e igualdad, y los ejemplos abundan. Es que en gran medida los salarios debieran depender de reglas universales, que alcancen a muchos, que eviten los negociados.
La distribución de las riquezas es cosa seria. Veamos otro caso que tiene relación con los salarios: ¿quién tiene más poder de “negociación”, los 10.000 empleados de las empresas de aeronavegación, que nos hacen corear “aerolíneas es de todos”, o las decenas de miles de familias de pueblos originarios que deben emigrar porque no tiene un plato en la mesa?
Los sindicatos lograron demostrar que el país entero debe poner 6 millones de pesos por día para que dos empresas funcionen, porque a su juicio serían estratégicas. Como para Víctor Hugo Morales es estratégico invertir mil millones de pesos al año para televisar el fútbol…
No discutiremos aquí estas cosas, algunas pueden estar muy bien si estuvieran dentro de un sistema de prioridades… Los más de 3.000 millones de pesos anuales que cuestan estas dos “estrategias” por ejemplo (y que pagan sueldos harto interesantes principalmente en Buenos Aires) podrían debatirse en verdad: es que en la Metrópolis suelen llamar “estrategia” a lo que nuestros hermanos mocovíes, wichis y mapuches llaman “estropicio”.






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