miércoles, 29 de enero de 2014

LA EDUCACIÓN PÚBLICA, EN LOS LÍMITES DEL MODELO

-Los desafíos frente al doble chantaje político-

La educación pública resiste, crea, sufre, acierta, erra, debate y lucha en Argentina, desde siempre, pero especialmente desde los últimos cuarenta años. La discutida creación de CTERA en 1973 coincidió políticamente con un momento histórico extraordinario de las luchas populares en Argentina, en Nuestra América y en el mundo. Pero también coincidía paralelamente -nos dimos cuenta más tarde- con el inicio, paso a paso, del violento y genocida proceso de ajuste estructural capitalista neoliberal.


Hace poco, un militante docente universitario en Entre Ríos planteó para el debate la orientación docente generada por ésta sindicalización de los setenta, sugiriendo que la propia concepción gremial de “trabajadores de la educación” conspiró contra el desarrollo de la calidad educativa que, según él, antes se de daba con más fuerza. Para nosotros, el debate es más complejo: primero, no podemos dejar de decir que esa educación pública argentina tan formalmente exitosa en el Siglo XX era una educación bancaria, positivista, eurocentrada, sarmientina y disciplinaria -insistimos, con una mirada abierta sobre los procesos hegemónicos, que no dejan de ser complejos y abiertos, ya que una hegemonía nunca es absoluta, tal como lo afirmara Antonio Gramsci-. Segundo, era otra economía y otra sociedad: el valor del sueldo docente real era muy bueno y la sociedad respetaba al maestro. Y tercero, más que la organización de los trabajadores de la educación en sí, lo que hay que discutir es la dirección política e ideológica que esa organización ha tenido, en el marco de las luchas políticas y sociales contemporáneas y de los contextos formativos. En pocas palabras, lo que hay que pensar es lo que Ctera y el movimiento docente hicieron y no hicieron, y en todo caso, que más podían y pueden hacer para forjar una realidad distinta. El concepto de consciencia de clase trabajadora docente implica más formación, creación y compromiso, y no menos.

Esa Ctera y ese movimiento docente tienen mártires y tienen la memoria de la Marcha Blanca y de la Carpa Blanca, y tienen paritarias insípidas y fotos con el progresismo burgués mientras el poder asesinaba a Carlos Fuentealba. La Ctera tiene en la memoria a Isauro Arancibia y en la biblioteca  los textos de Paulo Freire, y pacta con los gobiernos sumas en negro -el incentivo tendría que ser un Adicional Federal al Básico- y permite que el Estado subsidie a la educación privada, entre otras cosas. Nuestra organización ha permitido, con mayorías gremiales tan afines a relatos oficiales como al conservadurismo político, que el salario docente charlado -no digamos discutido- en paritarias sea la mitad o menos al equivalente a la canasta familiar real y completa en Argentina. 

La pasividad política cómplice de las conducciones de Ctera ha permitido que se estanque el debate sobre la inversión pública para educación, o que los trabajadores tengan que ir detrás y no delante de la agenda del poder. Las últimas movilizaciones populares en Brasil son un ejemplo extraordinario de ruptura con la incompletud del relato repetitivo y el posibilismo: todos tendríamos que estar peleando ya por un mínimo del 10% del PBI para educación pública en Latinoamérica, y luchando, como dicen nuestros compañeros y hermanos brasileños, “para que las escuelas y los hospitales sean tan hermosos como las modernas canchas de fútbol mundialistas”. Ni hablar del pase libre, para los trabajadores y el pueblo, en el transporte público.

Hay, desde hace tiempo -desde la última dictadura hasta hoy- un doble ataque político a la educación pública, con unos cuantos cómplices. Por un lado, baja inversión educativa, problemas de infraestructura escolar, desigualdad educativa y social y bajos salarios docentes, entre otras cosas, y por el otro, el subsidio estatal a las escuelas privadas y/o “públicas de gestión privada”. A la par de ésto, que genera conflictividad, reclamos, asambleas, paros, cortes y movilizaciones, el gobierno -por boca de su presidenta- llegó a decir, rechazando un paro nacional docente de 24hs contra un salario inicial muy insuficiente, que “de que se quejan los maestros, si trabajan cuatro horas y 180 días al año”. Esa barrabasada reaccionaria, tan de los noventa o peor -lo mismo que “hay chicos, estamos en Harvard y no en la Universidad de La Matanza”-, ha encontrado eco en la región: hace poco se la escuchamos decir al progresista de la otra Banda, José “Pepe” Mujica, descalificando con esa concepción impresentable la extraordinaria movilización de los compañeros docentes orientales.

Y el improperio gubernamental se acompaña con la continuidad del feudalismo político en las escuelas privadas, dónde los reclamos y las luchas están fuertemente disciplinados. El resultado: últimos estudios preocupantes indican que, en los últimos diez años, la matrícula de privada ha evolucionado más que la de pública en Argentina. Y éste doble ataque, doble chantaje a la educación pública y a la lucha docente debe terminar: si los docentes no luchamos, nuestro trabajo, nuestros derechos y la escuela pública van a retroceder más; y si luchamos, se nos acusa -sin darnos respuestas serias- de “hacerle el juego a la privada”. Claramente, tenemos que denunciar que son las políticas de los últimos gobiernos, incluyendo al actual, las que le hacen el juego a la desigualdad educativa y social, y a la privatización de la educación en Argentina.

Necesitamos potenciar, entre todos, mayores niveles de movilización de ideas, de conciencias, de consignas claras y de fuerzas por más educación pública, popular, democrática y creadora en Argentina y en Nuestra América, en el marco de la lucha por cambios políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales estructurales. La escuela sola, la educación pública sola, no podrá cambiar completamente a la sociedad.

Las políticas de inclusión social, entendidas sólo como acción social periférica a la continuidad del capitalismo, la dependencia, el saqueo y la desigualdad estructurales, tampoco han torcido el rumbo: una netbook es una interesante herramienta pedagógica y didáctica más, pero el 50% de los jóvenes en Argentina no han terminado la escuela secundaria, y no hay Indek educativo que pueda borrar o tapar esa exclusión. Tampoco han funcionado los parches políticos y pedagógicos -ese collage paulofreireano instituído tan estrecho- que el progresismo oficial ha planteado como “inclusivos”: las flexibilidades educativas no tuercen rumbos estructurales, y encima, generan más cuestionamiento a la educación pública. Necesitamos inclusión, con educación y responsabilidad, y en otro marco estructural.

La netbook ayuda pero no libera por sí sola. En los portales educativos oficiales no sale el problema social y político de las drogas y las múltiples formas de violencias que se meten en las escuelas. Tampoco sale el drama de las escuelas fumigadas y envenenadas, especialmente cerca de las zonas rurales. El debate sobre la educación pública y las políticas educativas debe ser mucho más profundo que una simple operación mediática de márketing político. Buena parte de las comunidades educativas están alertas y movilizadas: falta que los gobiernos dejen de darle la espalda al pueblo en ésta cuestión fundamental y estratégica.

La educación pública resiste, crea, sufre, acierta, erra, debate y lucha, lo mismo ayer que hoy, en los límites del modelo -del otro lado, no hay mucho de que vanagloriarse: estudios publicados por Unicef y Flacso indican que, entre nosotros, “en las escuelas privadas hay más discriminación que en las públicas” (*). Necesitamos luchar con más fuerza por mayor inversión en educación: por salarios equivalentes como mínimo a la canasta familiar real y completa medida en forma independiente -como dicen los compañeros de la Nueva Corriente Docente de Santa Fe, hoy como mínimo, el valor de un cargo en primaria o 30 horas en secundaria debería ser equivalente a la canasta completa, que ya ronda en éstos momentos en unos $ 8.000 mensuales (*) o algo más-, por tranquilidad, tiempo libre, formación, actualización, y valoración de las horas de estudio y planificación, por más inversión en infraestructura y en todas las condiciones de desarrollo de la educación pública, por el fin del subsidio y la feudalización de las privadas y la democratización de las relaciones laborales y pedagógicas en todas las instituciones educativas, por el fin del impuesto al trabajo entendido neoconservadoramente como ganancia, por el 82% móvil para todos los docentes jubilados y para todos los trabajadores jubilados, y por la soberanía pedagógica y cultural que nos lleve, a la par de la soberanía política, económica y popular, por una Patria Grande emancipada y por un mundo distinto.


(*) Esta cifra, a fines de éste Enero de 2014, y después de la acumulación de ajuste inflacionario y de ajuste devaluatorio, debe ser actualizada, a $10.000 por lo menos.

Prof. Mauricio Castaldo
Columna de opinión militante, independiente en el
Periódico El Descamisado Nro.19
Cuarto Trimestre 2013


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